Al igual que han dicho la gran mayoría de mis compañeros, al comenzar a leer este libro, no despertó mi interés excesivamente: tenía un comienzo raro, inusual, un estilo que no había leído nunca y me resultaba extraño, estaba plagado de palabras de cosecha propia del autor, una extraña mezcla de idiomas y disquisiciones filosóficas planteadas de las formas más extrañas. Sin embargo, tras leer no más de veinte páginas, me llevé una grata sorpresa al darme cuenta del interés que despertaba esta novela y es que no solo su lenguaje es inusual, sino que es completamente un libro singular. Quizá se deba a que me encanta leer y con respecto a este tema soy lo que se dice “un público fácil”, ya que de los libros que he leído, que no han sido pocos, aún no he encontrado ninguno del que no me guste alguna parte.
Me gustaría destacar varios aspectos del libro que me han resultado fascinantes. En primer lugar el estilismo del marco en el que se desarrolla nuestra novela: una ciudad de pecado, controlada por un poder corrupto en la que un investigador privado trata de olvidar sus problemas mientras trata de resolver sus casos, una ciudad donde buenos y malos visten con gabardinas y sombreros estilo gangster. Debido a este último detalle no pude evitar compararla con las historias de Sin City, situada en Madrid en lugar de en Basin City y con Carlos Clot sustituyendo a Clive Owen en el papel de Dwigth Mccarthy. Todo esto sería un simple dato más de ser una novela ambientada en el Nueva York de los años 50 y no en un futuro Madrid inundado. Sin embargo esta mezcla de lo pasado y lo futuro, por lo menos a mi parecer, resulta uno de los puntos que hace esta novela aún más atrayente ya que crea un mundo paralelo, entre lo pasado y lo futuro, pero muy alejado del presente.
Por otra parte, uno de los puntos que más me gusta de esta novela es la inusual forma de escribir del autor, a mi entender me resulta una forma de expresarse muy llamativa, no solo por el uso del spanglish, lo cual nos resulta un tanto chocante, o de palabras de cosecha propia del autor, como ya dije antes sino por su gran contenido filosófico. Durante prácticamente todo el libro Rafael Reig se plantea cuestiones que todos nos hemos planteado en algún momento u otro de nuestra vida: el sentido de nuestra existencia, qué es lo verdaderamente bueno, a donde vamos, qué es el miedo, la predisposición humana a ciertos actos… Este fragmento me ha gustado bastante por su sentido filosófico y forma de emplear el lenguaje:
“Desde luego, había que ver de qué cobarde barro estábamos hechos, de cuán frágil arcilla nos iban fabricando, uno por uno, troquelados, estarcidos por una sola plantilla defectuosa, amasados de la misma materia indecisa que la luz de la tarde o que las despedidas de las estaciones.”
Y este segundo fragmento me ha resultado bastante llamativo, puesto que me parece un resumen de la inusual forma de escribir de Rafael Reig, mezclando elementos poco habituales y creando figuras imposibles de imaginar en nuestra mente (y un poco asquerositas en este caso, todo sea dicho) :
"En cuanto apagabas la luz, por el sumidero del baño comenzaban a salir obstinados insectos: metáforas brillantes que se arrastraban por las baldosas, hemistiquios de ojos compuestos, fragmentos de prosa con caparazones opacos, endecasílabos de once patas contadas con los dedos..."
En definitiva, a pesar de ser un libro extraño de entrada, recomiendo a cualquiera que coja este libro a continuar leyendo, ya que se llevará una gran sorpresa si presta la atención necesaria.
1 comentario:
Buen comentario, Eva. Sigue profundizando en tus lecturas, de este autor o de otros.
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